Déficit habitacional: lo urgente vs lo importante
IGNACIO ARAVENA Investigador Fundación Piensa. Ph.D. (c) LSE y Ms. NYU
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IGNACIO ARAVENA
Las estimaciones del déficit habitacional publicadas por Déficit Cero (DC) nuevamente alertan de un problema que sólo parece aumentar. Además, a la luz de sus resultados han emergido diversas críticas a la encuesta CASEN, apuntando principalmente a que ésta subestima la medición en cuestión. Si bien esto es probable en algunas dimensiones, también es factible que haya otras sobreestimadas o poco definidas, lo cual implica no tener total claridad del problema y, por ende, nuestras políticas son menos efectivas para focalizar recursos y enfrentar el desafío actual.
Como algunos expertos han destacado, es probable que la encuesta CASEN no capture plenamente a las familias en campamentos y en situación de calle, las cuales son parte del grupo con mayores carencias en la materia. Por lo tanto, emerge directamente la inquietud por un instrumento de mayor precisión que ilustre efectivamente el déficit en el país.
“Emerge directamente la inquietud por un instrumento de mayor precisión que la encuesta Casen que ilustre efectivamente el déficit de viviendas en el país”.
Lo anterior cobra aún más relevancia si pensamos que la composición de la demanda habitacional ha cambiado en el tiempo. Por un lado, la tendencia de viviendas en mal estado (irrecuperables) ha disminuido sustantivamente mientras que, por el otro lado, las viviendas con más de un hogar (allegados) aumentaron sostenidamente en el mismo periodo, mutando de entre 15% y 25% en los años 90 a ser representar casi el 70% del déficit en la última CASEN. Este hecho es relevante, pues la definición de allegamiento es laxa y no sabemos en profundidad el abanico de familias que son catalogadas como tal.
Para ilustrar, existen distintos escenarios que coinciden con la definición de “compartir una vivienda”. Los casos más directos son las familias multigeneracionales con presupuesto independiente pero que residen en la misma unidad producto de no poder comprar un inmueble. Sin embargo, también podemos considerar a quienes pueden comprar en otros barrios, pero que se mantienen en una morada debido a sus redes o la localización dentro de la trama urbana; similarmente, también son parte de esta taxonomía quienes decidan ampliar informalmente una casa, incluso con acceso independiente, pues técnicamente son dos hogares en una vivienda.
Sin perjuicio de que en los hechos los casos descritos presentan algún tipo de carencia habitacional, la premura por una solución no es convergente y, por lo tanto, no tienen el mismo sentido de urgencia ni se enfrentan de la misma manera. En consecuencia, sin estas distinciones no podemos ver con claridad cuáles son los casos que realmente debemos abordar en el corto plazo, cosa que cobra especial relevancia en un contexto donde el déficit no parece dar tregua.
En síntesis y como dijo la célebre Mafalda: “lo urgente no deja ver lo importante”. Sin un instrumento adecuado es difícil no sólo conocer la magnitud real del déficit, sino que también se dificulta el diseño de planes que permitan focalizar los recursos donde sea más necesario. Las carencias habitacionales también son heterogéneas y, hoy en día, tenemos un gran segmento que no sabemos realmente cómo se compone, siendo necesario profundizar aún más en mejorar nuestras mediciones para que nos ayuden a tomar las decisiones adecuadas.